San Pedro Sula, Honduras.
La pintura hondureña se está quedando sin sus grandes artistas.
Ha fallecido Benigno Gómez, uno de los prodigios del pincel en Latinoamérica.
Ayer, la noticia de su deceso a los 83 años, conmocionó al intrínseco grupo de las artes.
Su esposa Justa y los dolientes velaban sus restos mortales en la iglesia San Juan Bosco de la colonia Kennedy.
Acudieron al último adiós los más allegados, quienes destacaban los méritos sobrados de este hijo ilustre del pueblo de Naranjito, Santa Bárbara, donde nació en 1934.
Su legado pictórico lo enfatizan las palomas, la temática religiosa, los colores intensos y la figura humana logrando una inspiración recurrente en cada uno de sus lienzos.
Su gran amigo en los últimos años fue el fotógrafo Rubén Merlo, quien tuvo autorización total para documentar la obra y vida de Gómez y produjo muchas fotografías que lo inmortalizan.
La pintura era su almaEn 1957 obtuvo una beca valorada en 25 lempiras para estudiar en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Honduras y tuvo como maestros a los mejores: Arturo López Rodezno y Samuel Salgado.
En 1976 su obra “Las palomas” fue escogida por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para una serie de sellos filatélicos publicados un año después.
Tres años después, en 1960, emigró a Italia para seguir sus estudios, siempre becado, porque Benigno era un verdadero talento, de esos que ya no nacen en Honduras.
Después de haber abrevado de los grandes maestros italianos en la Academia de Bellas Artes de Roma, como hondureño agradecido regresó a su patria para comenzar una carrera que siempre estuvo en las alturas, tal cual como las palomas que pintaba una y otra vez.
Tan talentoso era Benigno, que fue merecedor del Premio Nacional de Arte Pablo Zelaya Sierra.
El año 1976 lo consagró con la máxima presea que puede obtener un pintor hondureño.
Benigno Gómez rompió esquemas.
Logró todo lo que sueña un pintor de la nueva generación.
Sus obras están en las mejores galerías del mundo y uno de sus cuadros se cotiza por lo más alto.
No todos los mecenas tienen una obra de él, que hoy se convierten en el mejor legado de este inmortal artista.
Rubén Merlo editó el libro Cinco maestros de la plástica hondureña con la biografía y legado artístico de Gómez, Gelasio Jiménez, Mario Castillo, Moisés Becerra y Miguel Ángel Ruiz Matute, éste último es el único que aún vive.